Dice la gran Paquita Salas que «una actriz que no trabaja, no es una actriz».
Y , justo en esa escena, el nudo en el estómago se hace aún más grande. Porque sí, en muchas ocasiones, así te sientes: que si no haces, no eres.
Entonces, como en todas esas ocasiones, los ojos empiezan a brillar sin dejar salir las lágrimas, porque esas palabras, esa sensación, ya te han resonado tanto en la cabeza que se ha hecho un poco callo. Y te tiembla el cuerpo.
Pero entonces los Javis, que son capaces de emocionar, acercando al mundo los intríngulis de este oficio, nos recuerdan —y regalan— a través de las palabras de la actriz Laura Corbacho que «las actrices que no trabajan son SUPERVIVIENTES».
Hablemos de esto.
De cómo SOBREVIVIR.
La industria de este oficio es arduo complicada. Se mezclan las teorías misterwonderfulianas de perseguir tus sueños y el si quieres puedes, con los noes infinitos, las críticas —y peores autocríticas—, la extrema competencia, la escasez de acceso a castings y, por supuesto, la precariedad del oficio: lo extremadamente complicado que resulta, aunque trabajes como actriz, llegar a fin de mes solo como actriz.
Malabares, amigas.
Y entonces la eterna pregunta: por qué si es tan difícil, si no trabajas, si nadie en el mundo puede asegurarte que algún día llegará una oportunidad —y justo sepas/puedas aprovecharla y mantenerte—… ¿Por qué seguir?
Llevo ya más de 15 años adentrándome en este oficio, con mis idas y venidas, y esta pregunta me ha acompañado en muchas ocasiones… Y yo que sé, la respuesta —de momento— siempre es la misma.
¿Sigo?
Sigo.
Sigo.
Porque algo en el cuerpo me late fuerte —no solo el corazón— cuando me subo a un escenario, cuando leo un guion, cuando abro mi carpeta fantasma de «IDEAS (sin desarrollar)», cuando, con pijama y vino, veo desde mi casa la gala de turno de los Goya y dejo volar mi fantasía.
Llámalo perseverancia o cabezonería, ahí están. Con resquicios de esperanza cada vez más realistas, todo sea dicho.
Sobrevivir estando muy bien rodeada, cada vez más.
Por supuesto, mi familia: son los que no les importa qué hago, solo lo que soy (aún sin saberlo).
Y también, rodeada de buenas personas del ‘mundillo artístico’. Son aquellas con las que he coincidido en un rodaje —no remunerado, sí— en el que hemos puesto toda nuestra buena energía y amor; con las que he hecho amistad sobre las tablas, con las que he compartido una formación o, también, media hora en una sala de espera para un casting. Estas personas ayudan a mantener el contacto entre realidad y fantasía. Y, como si fuéramos por una gran autopista con mismo destino, vamos aprendiendo juntos, aun siguiendo cada uno su propio camino. Así, ves cómo cada una de esas personas va tomando diferentes salidas, algunas incluso pegan un acelerón y hasta despegan. De alguna manera, nos ayudamos a mantenernos en la carretera. Nos inspiramos, aprendemos y, a veces, con eso que llaman sinergias, trabajamos juntos.
Sobrevivir va unida a esa frase tan típica de «esto es una carrera de fondo» tan difícil de aceptar y gestionar, porque, no sé vosotras, pero yo la paciencia no la tengo muy dominada aún. Todo ya, por favor. Todo ya, que si no hago, no soy.
Estoy aprendiendo que no, que sobrevivir será esperar, aceptar, reinventarse una y mil veces —por no mencionar aquello de caerse y levantarse—, conocer(se), reaprender(se), y escuchar ese latir del cuerpo. Y, por supuesto, lo más importante: EMOCIONARTE.
Emocionarte con cada paso del camino, por mínimo que pueda resultar: disfrutar de la separata que te acaban de enviar para un casting, de volverte loca al elegir la ropa para tu próximo book, de escribir tus propias escenas para el videobook, de hablar sobre cine con tu amiga o amigo dire, de ensayar con tu amiga para ese casting importante, leer que la industria audiovisual ha crecido un 200 % en los últimos dos años —presión y esperanza a partes iguales—, de intercambiar cortometrajes que te han fascinado, de ofrecer nueces en ensayos porque dan energía al cuerpo y al cerebro, de compartir los momentos de bajón y desesperación… De saltar sola y acompañada cuando llega un sí, propio y ajeno. Compartir camino.
En pleno subidón me llega la gran frase:
«De creer en ti, coño». Y risas… (Esto, ya si acaso, para otro post) .
Y a ti, ¿qué te ayuda a sobrevivir?