La creación de un cortometraje, si lo pensamos, puede llegar a ser un nicho en el que un grupo de personas trabaja ajeno al mundo, sobre todo la directora o director. Escribimos las historias de nuestros cortos en la seguridad de nuestra casa, luego lo rodamos en su mayoría con amigos que nos hacen el favor cuando no tenemos apenas presupuesto, posproducción en la comodidad de una sala en soledad y luego distribución: rellenar muchos apartados, dar muchos clics, pasar tarjeta, mirar y mirar listas. Ya está: tu hijo en distribución, desde la comodidad de tu propia cueva.
Entonces, seleccionan tu corto y te invitan a acudir de manera presencial. Ya no estás protegido por la soledad y el silencio, ya no estás tú contigo corrigiendo tu guion sin nadie que mire o hablando con tu amiga sobre planos. Ya eres la directora de tal corto y estás en el festival de cine, con profesionales maravillosísimos con trayectoria y mucho talento, con historias fantásticas y espectadores y más espectadores… En definitiva, pasar de tu zona de confort a otra zona totalmente desconocida puede ser para muchos una situación que desconcierta, que abruma,… Sin embargo, si algo tengo que destacar de la experiencia que tuve en la anterior convocatoria de Ponme Un Corto en Huerta de Rey, es que, a pesar de todo, me sentí como en casa.
Fui seleccionada con lo que fue mi primer corto, razón por la que he contado todo ese tocho al inicio. ‘Vuelve a quererme’ fue un corto que realizamos con unos 100 euros que tenía sobrantes en aquel entonces en mi corta cuenta bancaria como estudiante de cine con carísima matrícula a pagar, muchos favores, un grupo de amigos, el piso de mi amigo y muchas vueltas de cabeza en mi cuarto. La necesidad de contar esa historia y de empezar a realmente practicar lo que es mi vocación fue la razón por la que decidí hacer este corto hace tres años con un grupo de personas talentosísimas a las que les estaré agradecida de por vida. Se trataba de un cortometraje que considerábamos más un portfolio para el futuro que una oportunidad real. Para mi sorpresa, ese cortometraje «para la carpeta» llegó a sitios, entre ellos Huerta de Rey.
Es una experiencia rara cuando algo tuyo que se siente tan pequeño por las pocas herramientas que has tenido de repente es seleccionado, elegido en un sitio, y, sobre todo, visto, analizado, cuidado… Sinceramente sientes que realmente todo ese esfuerzo inhumano que se ha hecho, el pelear siempre por contar historias, aunque sea con lo que se tenga en el momento, valga la pena. Y valga la pena, sobre todo, el seguir peleando por sacar más historias.
Ponme Un Corto es uno de esos festivales mágicos que te devuelven las ganas de luchar y te dan incluso motivación para crear otra historia y volver el año siguiente. Desde el minuto uno te sientes tan cuidado… Las facilidades que te dan para poder asistir, de forma tan familiar y cercana, hacen que todos esas ansiedades e inseguridades que puedas tener desaparezcan y te sientas parte de ese algo que es el festival. Todo problema que puedas tener te lo solucionan y cuidan con el cariño como si en familia estuvieras.

El día de la gala del año pasado fue mágica. A la hora de comer tenían preparados para la organización y los seleccionados el mejor almuerzo que he tenido en años en un sitio maravilloso: comida hecha allí, en el momento, preparada con cariño y cercanía… Sinceramente, se sentía más una comida familiar que el primer encuentro de cineastas de un festival.
Y, por supuesto, la gala, ¡la gala más divertida a la que he acudido! Me sentía como en mi pueblo, allá en Sevilla. Entre vecinos y nuevos amigos fue una experiencia sumamente divertida el ver cortometrajes, las votaciones, los presentadores tan maravillosos y la temática de el Padrino llevada de manera tan elegante y carismática. Nunca me imaginé ver al Padrino, versión Burgos, entre las filas de un teatro y, sin embargo, ahí estaba la familia y el Padrino y un sinfín de momentos preciosos que me hicieron recordar algo cuál es la razón de todo, la razón de pelear por contar historias, por hacer cine, por encontrarnos un hueco en esta industria que puede parecer tan complicada y cerrada: el compartir, compartir momentos que celebren el cine entre extraños que se sienten como amigos de toda una vida, compartir historias que nos emocionan a cada uno por sus propias razones y que, aun así, nos hacen estar acompañados, compartir un cariño genuino por nuestros sueños que sólo encuentras en festivales como Ponme Un Corto.
Estaré siempre agradecida por todo lo que me dieron ese día, lo que me enseñaron y me sanaron.
El verdadero significado del cine brilla incluso más gracias a festivales como este.