‘10.000 Km’, la emoción hecha película

Dos actores, una cama —la mía, a veces la suya— y Filmin. El resultado, un millón de emociones incontrolables y una sensación: la de acabar de ver en pantalla una historia de amor tan real que duele. ‘10.000 Km’ es una de esas películas que se quedan contigo mucho tiempo. Y da igual cuánto, porque es probable que no llegue a asimilarla. Es, sencillamente, sublime, porque te ayuda a abrir los ojos y a apretártelos hasta meterlos dentro de ti: te invita a ver qué encuentras ahí, entre el estómago y las costillas, donde me empeño en situar el alma.

La ópera prima de Carlos Marqués-Mercet merece todos los elogios que recibió cuando se estrenó en 2014. Y más. Se habla mucho de que en ella está el plano secuencia más largo del cine español. Sí, con él arranca este filme y es prodigioso. Lo que en él sucede es difícil de explicar, supongo que hay que estar enamorada para siquiera intuirlo. Claro que la escena final no se queda atrás. Porque hay belleza en el amor, sí. Pero lo verdaderamente increíble es hacer hermoso el dolor. Y aquí es tan bonito que duele.

Se podría contar que Alex y Sergi son una de esas parejas, que además de amantes son mejores amigos (lo que debería ser la norma, vaya), que hacen el amor, que son cómplices, que se aman tanto que hasta desean tener un hijo. Hasta que un domingo, uno de esos domingos por la mañana de sexo y zumo de naranja, a Alex le comunican que ha conseguido una beca en Los Ángeles.

Y llega la distancia, 10.000 km, el Skype, el Facebook, el WhatsApp, las dudas, los miedos, la soledad, la ternura, los besos y los abrazos a través de la pantalla del ordenador…

Es en esa distancia, como si fuera el cable de un funambulista, en la que hace equilibrios el amor. Porque el amor no es como nos lo han contado, no. El amor es lo que nos cuenta ‘10.000 km’. Con sus luces y sus sombras. Duele y acaricia. Te sube al cielo y te baja a los infiernos. Así que lo mejor es que los románticos de manual se abstengan. A todos los demás, nos pellizca y nos deja con la sensación de haber visto algo grande, muy grande, enorme.

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