efecto mudanza

Efecto Mudanza

Hace unos años un amigo que por aquel entonces cursaba el tercer año de Ingeniería de Telecomunicaciones me dijo: «Cuanto más estudio circuitos, más pienso que los ordenadores funcionan por arte de magia». Era una ocurrencia de esas que se dicen entre copas y cartas, pero define perfectamente mi forma de entender (y de no entender) el mundo del cine.

El proceso natural en casi cualquier otro sector es justamente el contrario, empiezas siendo un novato y, con el paso de los años, la experiencia y el estudio, poco a poco, van transformándote en el maestro de los siguientes novatos, y así sucesivamente. Sin embargo, en el mundo de los rodajes, los estrenos y las estrellas con nombre y apellidos, todos somos novatos menos unos pocos, y los pocos que no lo son saben algo que no se puede enseñar en escuelas. El universo Almodóvar, la ciencia de los sueños de Nolan, el alma de Sorrentino son superpoderes inaccesibles para la inmensa mayoría de los mortales por más cine que veamos, escribamos o rodemos como es mi caso.

La vida dentro de cualquiera de las etapas creativas de un proyecto cinematográfico es siempre apasionante y caótica a partes iguales, un rodaje es una historia dentro de una historia. El momento en el que tienes que aprender a confiar en personas que no conoces, el momento en que parece que todo se va a pique, el frío, las gripes, el día que necesitas un abrazo.

Hay películas de las que si se hiciese un reality show durante el rodaje, este tendría más gancho que la propia película (a lo mejor es una idea brillante, que no nos escuche Mediaset). Bromas aparte, creo que  la magia del cine nace precisamente de ahí, de la conexión humana entre decenas, a veces cientos de personas que hacen posible un proyecto. Desde el director hasta el último auxiliar de producción.

Hay una frase de Leiva en la canción ‘Breaking Bad’ que dice «fue una rara pérdida el anonimato», no puedo evitar sentirme identificado con ella. Desde el primer día que pisé una clase de cine y fui dejando atrás al espectador pasivo para dejar paso al profesional activo ya no veo igual las películas. De la misma forma que un músico ya no puede vivir como vivía antes de ganar un Grammy Latino, yo ya no puedo ver una película sin preguntarme «¿cómo habrán hecho eso?», «¿de dónde viene esa luz?».

A veces echo de menos esa época en la que solo había dos tipos de pelis: las que me gustaban y las que no. Pero no me malinterpretéis, amo mi trabajo, lo amo tanto que echo de menos disfrutarlo de forma despreocupada, desde el anonimato. 

Esa sería la única parte negativa, las positivas son todas las demás. Me gustaría mencionar una en concreto que he bautizado como el “efecto mudanza». Vamos a hacer una prueba, hazte la siguiente pregunta: si mañana te mudases de piso, ¿a quién llamarías para ayudarte?. Yo creo que la primera persona en la que has pensado es la persona en quien más confías. Dale una vuelta, alguien que te ayude a transportar tu vida en cajas de un lugar a otro, tiene que ser alguien confiable.

Pues en un rodaje pasa esto pero a gran escala, un rodaje es una gran mudanza, a veces de forma más literal de lo que me gustaría, sobre todo si trabajas en producción. Todo el mundo tiene que ocuparse de que una caja llegue intacta a su destino, si no llega se habrá perdido para siempre su contenido y nunca se verá reflejado en el producto final, así que tienes dos misiones: ocuparte de tu caja y ayudar a los demás a cargar la suya el día que necesiten ayuda. Y eso une mucho, cualquiera que viva en Madrid sabrá de lo que estoy hablando.

En fin, el mundo del cine es una locura y, como decía al principio, cuanto más sé, menos lo entiendo, cuando creo que ya me ha pasado de todo, ocurre un nuevo contratiempo, cuando ya me he enamorado de un proyecto, me estoy enamorando del siguiente. Esa es para mí la magia del cine, espero que para vosotros también exista.